¡A por el rey!
Pensar que España sigue teniendo una monarquía parece un oximorón, figura literaria que encarna significados contradictorios. ¿Se puede hablar realmente de democracia cuando se mantiene una fidelidad o tolerancia a la monarquía?.
Casi nadie menciona que una monarquía es vitalicia, personal y hereditaria (sic), totalmente anacrónica e injustificable, por más méritos personales que tenga su gobierno. Es lo contrario de la democracia, gobierno del pueblo y para el pueblo, y es la consolidación de una manera de tiranía, es la autocracia por excelencia.
No me imagino cómo no van a reaccionar la mayoría de los españo@s en medio de esta coyuntura pos elecciones europeas donde la izquierda ha dado un salto histórico. No solo es que Podemos ha comprendido velozmente cuál es el momento histórico que vive España, Europa, y el mundo (latinoamérica como motor de búsqueda, como fuente), sino que hay un agotamiento de la capacidad para representarse un futuro que no sea sombrío a la luz de esta horrible doxa neoliberal.
Ningún país puede existir solo, y sin que nos demos cuenta, surge una especie de fraternidad universal. Hay demasiado sufrimiento en el mundo como para ser indiferentes y practicar la indigencia del alma que plantean las derechas. Yo no entiendo cómo en Venezuela puede existir todavía esa disociación con la realidad que vive la oposición. Es casi insultante porque es un lenguaje cerrado, el fin del lenguaje y la dominación absoluta del lenguaje que ya no es lenguaje, que es slogan.
Pienso que si lo que esta pasando en España me hace pensar en mi propia situación que puede encarnar la de otras personas, es que estas revoluciones a nivel del pensamiento y de lo que significa la acción, tiene que ver con una puerta de salida al exilio eterno al que parecemos condenadas muchas poblaciones, sobre todo, las mujeres, y que el neoliberalismo ha consolidado bajo el más absoluto silencio e indiferencia. Nunca antes he sentido esto de manera tan violenta. El desarraigo tiene que ver con esta pesada sociedad patriarcal que nos regala minucias, crea servidumbres y nos convierte en un cuerpo, ¡cómo pesa ese cuerpo!
Que en España o en Venezuela, Francia, por nombrar algunos países, exista esta capacidad de integrar esa realidad violenta en el lenguaje político, me parece un avance enorme porque se transformará en acción. No solo me concierne que sea en España, país con el tengo una relación muy próxima, sino porque es el origen del idioma que hablo, de sus lazos de dominación y de la liberación de la palabra, en el caso de las mujeres, urgente...
Ahora mismo acabo de pasar por la plaza Salabel, donde había un grupo de jóvenes entrenados en el cretinismo. Habían instalado unos parlantes enormes, de material hight tech para pedir la liberación de Leopoldo López. Lo más tonto del asunto es que tiene una audiencia en que se decide su libertad, al menos hasta dónde sé. Se insiste en hacer pasar como preso político a un violento, no a un demócrata. Y estos jóvenes, hiper reaccionarios, conocen los guiones y los intereses de algunos medios de prensa. Ni se enteran, porque no quieren, de lo que sucede fuera. La verdad que prefiero la mirada ilusionada de una persona que el cinismo que dibuja una mueca de desazón. La poesía a la tecnología, la literatura a la realidad. No quiere decir vivir de espaldas a ella y cruzarse de brazos, no es dimitir, ni huir, es obligarse a pensar con imaginación, dejar las puertas abiertas. Movimiento a la parálisis, el riesgo de lo que vine a a seguridad de lo fijo.