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flickr de hellomeghunt

La mujer autora, las repúblicas galantes

Decidir escribir es salir de la trampa del estereotipo, reconstruir una imagen en la que nos podamos mirar sin miedo, sin vergüenza. 

Si algunos piensan que esto es una autobiografía, es simplemente mi modelo.

Colette

Publicado: 2014-01-23

Creo que esta frase de la escritora francesa es elocuente. Decidir escribir es aventurarse a construir-se fuera de los estereotipos, de las simulaciones que nos han enseñado y que no responden a nuestros deseos sino a una imagen que ha sido inventada por otras personas y desde el poder, un poder masculino. 

No es que los hombres no estén obligados a distanciarse del estereotipo, al final, también es un infierno tener que actuar en el lugar del "fuerte", del duro. Y digo "actuar", porque casi siempre actuamos, pero no somos lo que deseamos ser. Guy Debord decía: "Vivimos nuestra vida como un espectáculo", vivimos para el afuera, pero no para nosotras. Hay una perfomance en juego, en el sentido que lo entiende Judith Butler en su teoría del conflicto en el género. Es decir, que el género (y no el sexo) es una noción adquirida, administrada por los mecanismos de poder. La mujer en esto es la más presionada, la más neurótica, porque no tiene poder económico ni poder político. Cuando lo tiene, se convierte en autoritaria, tiene que gritar más alto, ser más radical para lograr imponerse, es la lógica del débil. Y es una trampa.

mrs. dalloway, de virgina woolf. tomado del flickr de alexisorloff

Decidir escribir es (al menos, ahora mismo, lo percibo así) salir de la trampa del estereotipo, desmontar para reconstruir otra imagen, aquella donde nos podamos mirar sin miedo, sin vergüenza. La otra frase de Virginia Woolf, "A lo mejor toda mi escritura no es más que una autobiografía" es la idea de que en esos personajes, de Mrs Dalloway, de Clarisa, etc, está ella, ella en tanto que la mujer que se resiste a ser encerrada en su género". Incluso en Orlando hay algo de eso. Orlando no es ni hombre de mujer, es una masa de lenguaje, es lenguaje y es tiempo, es un fenómeno que se construye a cada instante, no es definido. Y nadie es siempre igual, una persona es un proceso, un devenir, de ahí la frase de Simone de Beauvoir, devenir, convertirse en... También quiso decir que "mujer" no es una categoría definida, que es una construcción oponiendo la creatividad, el deseo a lo fisiológico. christiaan_tonnis

Por eso, hay una tensión constante entre aquella mujer que se desea libre, que desea la libertad como capacidad de pensar y actuar con autonomía, y las sociedades represivas y conservadoras. Allí donde los esquemas están más anquilosados, aquella que decide hablar en público será señalada. Muchas mujeres autoras deciden emplear la tercera persona, temen que sus familias se expongan al oprobio (si es que revelan demasiadas intimidades) o que los hombres se alejen por temor a verse "expuestos". Ningún hombre se va a plantear este dilema, las puertas están más abiertas y no hay censura. Es un sujeto libre y no inmanente como la mujer, encerrada en el paradigma maniqueo de su "naturaleza femenina" (maternidad, belleza, docilidad, hipersensibilidad, incapacidad, etc): la que atenta contra las reglas de la tribu es una subversiva y debe ser censurada o castigada. Las que desean un mínimo de visibilidad, necesitan muchas veces están obligadas a ser complacientes en sus temas y sus personajes, dejarles a los hombres la dirección de la orquesta, mantenerse amables y sonrientes, no ser unas "aguafiestas" y sobre todo no hablar de temas engorrosos como su cuerpo, su deseo, su vida. A las mujeres se las encierra en la crítica de género, se las compara entre ellas, se las empuja a un corral, ahí donde les lanzan algunos granos de maíz.

No estamos en la época en que Emily Brönte o Jane Austen se escondían para escribir, pero sí en la época en que hay que rendir cuentas.

Yo recuerdo la primera vez que tuve que intervenir en público, éramos varios autores que debían compartir experiencias e intercambiar lecturas en el Centro cultural español de Lima. Recuerdo con nitidez la presentación que hizo un crítico del El Comercio; "Había que poner a una mujer", y entonces, estaba yo, de relleno. Sé que me indigné, me llené de frustración (porque además yo sabía que mi trabajo era digno de respeto) pero creo que me callé por desconcierto, por miedo, porque entonces no sabía qué pensar y esa "discriminación" aceptada por todo el mundo, me pareció una "verdad objetiva". Seguro tenía razón el crítico que hablaba, seguro que mi trabajo no era tan bueno como el de mis compañeros, estaban: José Angel Mañas (a quien la crítica prácticamente lo ha castrado, aunque este no es el tema), Martínez de Pisón, entre los invitados. Lo más terrible, es que sentí ternura por mi familia en pleno que estaba más desconcertada que yo.

Desde ahí empieza la batalla para mantenerse firme, no ceder, tratar de hacer su trayectoria sin servilismos, vejaciones, ni concesiones, subir al estrado, hablar alto, no trastabillar. Ver claro.

Tensión constante, crispación constante por mantener la sobriedad y no caer en el auto-sabotaje, la frustración y la cólera desmedida. Al final toda mujer bajo presión termina cayendo en la trampa de parecerse al cliché más común: las mujeres son unas histéricas. No piensan, reaccionan.

Mantenerse fiel a sí misma es complicado, hay que tener fortaleza moral y soportar esa soledad de la inmanencia de ser mujer, no estar autorizada a trascender su sexo. Otra cosa que en principio me dio risa pero luego me crispó, fue oír a un editor español, amigo mío decirme: "bueno, sí se te respeta en los círculos literarios, pero nadie se mete contigo". "Nadie se mete contigo", es nadie asume ese respeto, nadie lo defiende...

Todo está en el lenguaje. O decirte: escribes libros para hombres, no para mujeres. Entre líneas: deja de hablar de temas masculinos y habla de temas "femeninos", esenciales (sic). Como mujer, estaba destinada a mi sexo, no a mi cabeza. Vivir sin conciencia, si memoria, desengranada. Somos seres de desarraigo también, si lo he dicho antes, no percibía esa dimensión escandalosa, solo con el tiempo he empezado a pensar en estas cosas.

En las últimas listas de libros aparecen autoras, y sí, qué alegría, aunque aparecen tímidamente, siempre dentro de lo correcto. Ninguna estridencia, sin mucho ruido, ya saben, la discreción es la mejor de las virtudes entre las mujeres... Un ejemplo reciente, escucho en la radio que 70% de peruano.as no cree que Nadine Heredia esté diciendo la verdad cuando dice que no se presentará a las elecciones, 23% considera que debe dedicarse "a su casa", como para confirmar que las sociedades menos laicas, tienen el rol de la mujer muy bien diseñado: que la mujer no exista como persona, individuo, sino como parte, como muleta, prótesis y subalterna. La mujer es una persona a medias, relativa, puede vivir en función de la pareja, no necesita existir.

Para no alinearse en ese régimen de mujeres silenciadas, tienes que escribir. Tienes que escribir, tienes que decir lo que estás viendo. Hay un imperativo casi moral. Quien padece se siente más obligado.a a ser moral. Pero, ¿será así?, muchas mujeres terminan amargadas, renegando de lo que son, transmitiendo esa frustración a sus hijas o cobrándoles ser ellas también del "sexo débil" (sic) ¿Se han dado cuenta de que hemos crecido con ese cogito?

Pues hay que cambiar esa epistemología, no creo que podamos seguir leyéndonos con esos mismos instrumentos. Al menos, una gran mayoría dice que no. No podemos esperar a que "nos descubran", que alguien, casi siempre hombre, nos autorice a pensar, a escribir, a simplemente...existir...

Pensaba en lo que está sucediendo ahora mismo en Francia, la popularidad de Francois Hollande (que estaba por los suelos) ha subido tres puntos desde que una revista people reveló que tenía "una amante". Así él responde a una larga tradición monárquica de los "amores galantes", la amante es la "favorita del rey" (al rey siempre le llueven mujeres), y ahora él es un hombre de verdad, duro, inclemente, creando una división entre ambas mujeres que, sin querer, encajan fácilmente en los estereotipos más trillados y compiten entre ellas: la buena y la mala, la glamorosa (una es actriz), y la opaca, la intrusa y la legítima, ambas detrás de un hombre que ahora sí, corresponde al rol machista que la sociedad acepta y engríe.

Pasemos.


Escrito por

Patricia De Souza

Escritora.


Publicado en

venus proscrita

Plataforma de reflexión y difusión de mujeres en acción.